¡¡¡SIN MUNICION!!! ¡Rápido, Cambia de cargador! ¡¡¡RÁPIDO!!!
Por Cecilio Andrade.
En todo saber humano encontramos distintos procedimientos, más o menos correctos, para alcanzar las mismas metas. Normalmente estas diferencias son honestos intentos de dar una solución personal a un mismo problema, visto desde experiencias, habilidades y conocimientos diferentes.
Enfocándonos en la necesidad de cambiar un simple cargador, algo que en realidad no es tan simple, esta acción no puede ser diferente a lo comentado en las líneas anteriores, varios procedimientos y diversos tips, algunos supuestamente antagónicos y, para una gran cantidad de buenos fanáticos obcecados, solo hay una única forma correcta, la “suya” obviamente.
Pero…
- ¿Realmente existe un único procedimiento?
- ¿Puede la situación, el entorno, las habilidades, el estado físico, anímico, entre otros factores de uno mismo, definir mejor que procedimiento emplear?
- ¿Son todos esos tips antagónicos?
- ¿Podrían ser realmente adaptaciones a según qué circunstancias dadas?
Muchas preguntas, demasiadas para una mayoría de usuarios de armas, ante un acto tan aparente simple y sencillo como es cambiar un cargador vacío, o con poca munición, por uno lleno y completo.
Lo cierto es que cambiar un cargador de una forma eficaz y rápida puede en muchos casos marcar la diferencia del resultado final de un enfrentamiento, ya saben “el diablo está en los detalles”, pero claro hay que conocer esos detalles al dedillo… y de paso al diablo.
A lo largo de la Historia los mejores guerreros, tácticos y estrategas han sido siempre los que más rápido ha sabido adaptarse y aplicar nuevas variables a las circunstancias.
Anoten, antes de continuar, un pequeño tip mental:
En el trabajo con armas nunca nada es inamovible, muy al contrario, es adaptativo y evolutivo.
Y ahora... ¿Neurología?
Me van a permitir, que remedio si están leyendo este artículo, explicar el por qué de mi terminología personal sobre la denominación de las técnicas de recarga de armas, después de todo me ha traído más de un agresivo comentario reprochándomelo en mis seminarios, hablo de recargas reactivas y recargas proactivas.
En el rico idioma español, y más en sus versiones internacionales, existen infinidad de términos para definir cuando y como cambiar un cargador, y no hablaré de sinónimos del cargador mismo.
Respecto al cambio tenemos de emergencia, táctico, operativo, administrativo, etc., entre los principales. Todos ellos son correctos y descriptivos, pero para mi opinión adolecen de definir la situación externa, del entorno en la que se realiza dicha acción, entorno externo sobre el que no tenemos control alguno.
En mi concepto considero que es más útil definir la situación interna personal, la única que se percibe claramente y sobre la que es posible influir directamente. Por todo ello empleo términos neurológicos como proactivo y reactivo, definiendo cómo actúa la mente ante una situación determinada, la que sea, pero en este caso aplicando estos mismos principios a los cambios de cargador.
Una acción proactiva:
Es aquella que se realiza por propia y consciente decisión.
En el caso de una recarga es cuando se decide cambiar el cargador para poder disponer de uno completo en el arma, no tiene que haber un motivo concreto y definido, ni prisa o premura de tiempo, se considera pertinente y se actua pensando de forma activa en previsión de posibles acciones y necesidades futuras.
Una acción reactiva:
Implica, por el contrario, responder ante una situación ya dada.
En nuestro caso que el arma se queda sin munición, donde técnicamente hablando el hecho de estar frente a un adversario o no es casi lo de menos. Se reacciona ante ese hecho que hay que subsanar con la mayor premura posible, actuando de forma reactiva ante un evento concreto y vital, no queda munición en el arma, algo que con o sin adversarios a la vista está que es un riesgo vital.
Como ven, ambas definiciones hacen mención a la actitud mental que debe poseer el profesional armado, sin entrar en cuestiones particulares, situaciones concretas ni circunstancias puntuales. Considerando siempre que es la mente la principal arma y, por tanto, la que debe ser pulida, afinada y afilada, empezando por utilizar términos, desde el punto de vista de la Neurolinguística, que faciliten dichas acciones.
Algo que ya he comentado en trabajos precedentes, la mente inconsciente, la que toma el control en situaciones de supervivencia inmediata, no tiene sentido del humor ni interpreta, es literal y directa. El empleo de una u otra aparentemente simple palabra puede resultar una ayuda o un hándicap, dependiendo de los múltiples factores externos. Es siempre mejor buscar formas y términos que no le compliquen un trabajo ya de por si extremadamente complicado.
Ante la necesidad de recargar solo existen dos posibilidades, recarga reactiva o recarga proactiva, y sin duda ambas generan discrepancias fanáticas, empezando por como nombrarlas... como ya comenté...
Ahora añadan a esta "complicada" ecuación de recarga que mientras la primera, la reactiva, tiene un procedimiento básico y reconocible de forma casi universal, la proactiva por su parte tiene dos procedimientos principales a considerar y muy discutidos por los especialistas y/o expertos... con o sin comillas, lo dejo a su criterio.
En ambos casos es muy importante conocer y entrenar la enorme serie de pequeñas variaciones, en forma de tips adaptados a anatomías, situaciones, equipaciones y entornos más que a la acción de recarga en sí.
Por cierto, utilizo también estos dos términos en muchos otros casos y situaciones, no solo recargando, sino también en aspectos como son el tiro reactivo o proactivo, acciones reactivas, planificación proactiva, etc., etc. y etc.
Recarga Reactiva... la acción que puede marcar la diferencia.
Es más que obvio que ante la situación indeseable, pero por otro lado normal, de tener el arma vacía por haber consumido toda la munición, lo más importante es devolverla a la condición de lista para seguir disparando lo más rápidamente posible. Lo de menos es si el cargador vacío cae al suelo y se pierde, el factor de riesgo de indefensión es mayor que el factor de salvaguardar la equipación.
Hasta ahí todo es sencillo, obvio y claro, veamos ahora unos pequeños detalles.
La Recarga Reactiva en condiciones operativas y en su procedimiento general y básico es muy sencilla:
1º - El arma deja de disparar y al presionar el disparador este no realiza ninguna mecanización.
2º - Levantamos ligeramente la pistola o giramos, también ligeramente hacia la izquierda, el fusil, en ambos casos sin perder de vista al objetivo mientras chequeamos la ventana de expulsión.
2º bis - Y por cierto... todos miramos esa ventana fatídica en una situación real.
3º - ¡El arma se ha quedado sin munición... /()(=9(("$ ! ...
3º bis - Normalmente esta evidencia surge con más de un exabrupto no actos para mentes puritanas.
4º - La mano que empuña genera la expulsión del cargador vacío.
4º bis - A la vez la mano de apoyo va a tomar un cargador lleno.
5º - Lo introduce de forma inmediata y precisa mientras el vacío cae.
6º - Esa misma mano acerroja el arma, dejando el arma lista para hacer fuego de nuevo.
Algunos seguro que sonreirán y pensarán... "Yo me ahorro varios pasos... lo hago mejor". Estoy seguro de ello, pero veamos mi excusa-explicación sobre mi tan larga cadena de acciones.
Desde mis primeros días en el ejército muchos instructores se empeñaban que contara los cartuchos para saber cuándo recargar para "jamás de los jamases" quedarme con el arma vacía. Como procedimiento standard muchos lo conocerán, y seguro que lo habrán sufrido. Ahora bien:
- ¿Cuántos de Uds. lo hacen realmente?
- ¿En pleno y verdadero estrés vital?
- ¿Cuándo la cabeza quiere “ver” lo máximo posible?
- ¿Cuándo quieren abatir ese blanco antes que él lo haga con Uds.?
- ¿Cuándo todo el entorno se ha reducido al ancho de las miras?
Sean sinceros, al menos para Uds. mismos:
- ¿Cuántos cuentan los disparos?
La respuesta es sencilla y escabrosa, en un enfrentamiento... nadie.
Para aquellos que insistan que ellos si lo hacen, que saben en todo momento cuanta munición han consumido y la que les queda, mis más asombradas e incrédulas felicitaciones, entonces podrán poner en práctica el tip comentado, dejar un cartucho en recámara mientras insertan un cargador nuevo y completo, ahorrándose el paso de acerrojar su arma. Mis felicitaciones… o eso creo...
Para el resto de los pobres mortales a los que no nos es posible contar en situaciones de verdadero, real y vital estrés, siempre aconsejo que no pretendan acerrojar sus armas, las que sean, largas o cortas, presionando diminutos botones o palanquitas, para llevar los cierres adelante arrastrando un cartucho a la recámara.
Botones o palanquitas los cuales, por cierto, suelen "encogerse" aun más de tamaño en situaciones de riesgo vital... curioso encogimiento tal cual como dicen algunos que también ocurre con cierto esfínter y gónadas...
El punto principal del párrafo anterior, no la parte del "encogimiento" anatómico, lo comento por varios motivos, como son las prisas, el sudor, uso de guantes, pérdida del tacto fino, etc. debido todo ello al coctel fisiológico, entre otros muchos otros factores que surgen cuando la vida está en juego, y que hacen que sea sumamente difícil encontrar esos mismos botoncitos y palanquitas.
Por otro lado, no siempre los cierres se quedan atrasados y bloqueados tras disparar el último cartucho de un cargador, pudiendo ser la causa de una pérdida mayor de tiempo, al creer tener un cartucho en recámara y estar en realidad vacía. Siempre recomiendo acostumbrarse a acerrojar, ya sea con una pistola o con un fusil.
Pese a todo lo anterior debo decir que no considero totalmente incorrecta la técnica de entrenar el presionar de palancas o botones, por más reducidos que se vayan haciendo con el aumento de estrés. La repetición inteligente puede conseguir minimizar muchos errores de tacto, de forma que se conviertan en prácticamente inexistentes. No obstante, aun así existe el riesgo de que el cierre haya quedado adelantado con la recámara vacía y de todas formas se deba acerrojar.
Personalmente prefiero aprender un solo movimiento que resuelva cualquier situación que se me pueda presentar.
Por otro lado, mientras con las pistolas apenas hay diferencias de acerrojado, con las armas largas es otro cantar, cada fabricante y/o modelo tiene su forma específica de acerrojado que debe ser entrenada, un AK47 no es un HK G36, ni un FN FAL es un FN Five Seven. Ténganlo en cuenta.
Una vez llegados a este punto hay irreductibles que perjuran que no deben deshacerse del cargador vacío hasta que el lleno esté casi en el arma. Las razones que se ofrecen son múltiples y variadas, aunque en mi opinión estando el arma ya vacía lo que realmente interesa es tenerla despejada lo más rápidamente posible para insertar el lleno y seguir enfrentado un adversario(s) aun activo.
Entrenando correctamente ambas manos, y sus dedos con ellas, puede realizarse todo de forma simultánea, una desalojando el cargador vacío y otra agarrando, trasladando e introduciendo el lleno y acerrojando finalmente.
Se pueden conseguir tiempos relativamente buenos, tanto con arma larga como con arma corta, entorno al 1.5 segundos por lo bajo y 3 segundos en lo alto, pero incluso 4 segundos puede considerarse una buena marca si con ella como referencia se entrena inteligentemente para ir reduciendo el intervalo.
Recarga Proactiva.
Como ya se comentó en las líneas precedentes, en la recarga proactiva no hay tanta premura de tiempo, se decide completar la munición del arma por lo que pueda suceder, pero no existe un peligro inmediato enfrente al que reducir, ya que si así fuese se seguiría disparando hasta consumir toda la munición o abatir la agresión, lo que suceda antes, y pasar a realizar una recarga reactiva.
Por tanto no es necesario deshacerse y dejar caer al suelo el cargador a medio usar, a veces esos pocos cartuchos restantes pueden marcar una diferencia vital unos minutos más tarde, si se saben guardar, obviamente.
Las recargas proactivas difieren poco de las reactivas, salvo que el cargador “usado” no debe dejarse caer y si “guardarlo” en algún lugar, siendo este punto donde se observa el primer tip diferenciador de los dos sistemas de recarga proactiva, tip diferenciador que genera infinitas discusiones bizantinas.
Procedimiento uno de recarga proactiva:
- La mano de empuñe procede a destrabar el cargador usado.
- Si el diseño del arma lo permite, en las cortas no suele haber problema, pero con las armas largas no todas permiten este acto con la misma mano que empuña.
- La mano de apoyo lo extrae y coloca o deposita en alguna parte del equipo del tirador.
- Tras lo cual la misma mano de apoyo busca un cargador lleno.
- Procediendo finalmente a introducirlo en el arma.
Los tips posteriores son idénticos a los comentados en el caso de la recarga reactiva, no variando en detalle alguno, salvo que normalmente no es necesario acerrojar el arma ya que disponemos de un cartucho en la recámara.
Los detractores de este procedimiento alegan que el tiempo de recarga se ralentiza en exceso, pero lo cierto es que en ejercicios cronometrados los tiempos han coincidido casi en exactitud con las recargas reactivas, con mínimos medios de 1.38 segundos y máximos aceptables de 3.30 segundos.
Lo innegable es que este procedimiento es sencillo de entrenar ya que la mano de apoyo solo debe realizar un movimiento, de bajada y subida, con lo que la habilidad y el tiempo invertido en dominar toda la acción es muy asimilable y sencillo de mantener. Por otro lado los problemas de tacto y estrés se ven bastante reducidos al no implicar movimientos ni agarres finos ni exageradamente precisos.
Estoy relativamente seguro que más de uno/a se habrá dado cuenta que escribí, “coloca o deposita”, ¿qué diferencia hay?
Antes de continuar hagamos un pequeño inciso:
No es recomendable situar cargadores a medio usar junto con los llenos, las confusiones que se pueden crear podrían resultar letales.
El cargador usado debe ubicarse sobre uno mismo y disponible para un caso de necesidad, pero separado de los llenos. Puede colocarse entre el cinturón y el abdomen, dentro de la camisa o chaleco si se porta, o incluso en la menos recomendable de las soluciones, en un bolsillo. Una posibilidad muy en boga es depositarlo en una bolsa de descarga situada para estos casos en el cinturón.
En todos los casos es posible disponer de ellos en una emergencia sin que se mezclen nunca con los completos, evitando el riesgo de generar errores fatales al creer estar introduciendo uno lleno en el arma.
Procedimiento dos de recarga proactiva:
Este procedimiento implica que deben realizarse dos acciones simultáneas relativamente complicadas pero no imposibles si se entrenan con constancia.
- La mano de apoyo va primero por el cargador lleno.
- Lo mantiene sujeto entre el índice y corazón en oposición con el pulgar.
- Con el meñique y el anular en oposición con el talón de la mano agarra el cargador usado que es liberado en ese momento por la mano de empuñe.
- Lo extrae y mantiene retenido para, con un giro de muñeca, introducir el cargador lleno.
- Tras lo cual lleva el cargador usado va al mismo lugar comentado en la recarga anterior.
Los defensores de esta ejecución comentan que de esta forma el tiempo sin munición es mínimo; y los detractores alegan que el stress, sudor, humedad, guantes, tamaño de las manos y habilidad requerida la hacen muy complicada como procedimiento operativo.
Lo cierto es que con entrenamiento inteligente y buen criterio se pueden conseguir tiempos medios entre 1.42 y 3.40 segundos casi con cualquier arma, larga o corta, cosa que está bastante bien.
La mano de apoyo debe realizar algunas acciones de ir, volver y manejar volúmenes relativamente grandes, pero insisto que no es algo negativo ni contraproducente, tengo manos muy pequeñas y recargo un G36 con este método sin problema alguno, incluso con guantes.
Tan solo requiere una inversión en tiempo de entrenamiento y mantenimiento algo mayor, pero nada que no pueda llevar a cabo por un buen profesional … con un disciplinado e inteligente trabajo diario.
Aunque en el 75% de las situaciones empleo el procedimiento uno, también practico el dos y me resulta muy útil en el 25% de muchas otras situaciones.
Pragmatismo y adaptación, virtudes de un profesional armado.
Se que es una parábola que cuento muy a menudo, no, demasiado a menudo.... pero la de "el elefante y los cinco sabios ciegos" es demasiado larga.
Según una antigua leyenda, existía un diamante con miles de facetas que mostraba la verdad mirando a través del mismo. Obviamente nadie veía una verdad común, ya que cada cual miraba por una faceta distinta que modificaba la verdad a su ojo y le hacía pensar que era el único que veía lo correcto.
El primer gran sabio fue aquel que intentó mirar por el mayor número de facetas posibles, sumando todo lo que observaba para hacerse con una imagen lo más completa y aproximada posible de esa verdad.
Y han leído bien, lo más aproximada posible, ya que no existen verdades absolutas, lo lamento por los dogmáticos respecto a sus realidades.
Debemos ser pragmáticos, es una de las virtudes principales que un operador armado con posibilidades de éxito necesita poseer. Si además poseen la capacidad de adaptación, sin duda todo ello es prueba de que saben pensar… de forma pragmática y adaptativa.
Con esas tres virtudes las posibilidades de supervivencia pueden considerarse como mínimo mucho más amplias.
Recuerden, si solo tienen un martillo solo verán clavos, si tienen una caja completa de herramientas, y saben usarlas y sacarles partido en cualquier entorno y situación, sin duda podrán adaptarse a casi cualquier situación y entorno con las máximas posibilidades de supervivencia.
Cuídense y cuiden de los suyos.